jueves, 17 de octubre de 2013

Plegaria

 

Eros: ¿acaso no sentiste nunca piedad de las estatuas? Se dirían crisálidas de piedra de yo no sé qué formidable raza en una eterna espera inenarrable. Los cráteres dormidos de sus bocas dan la ceniza negra del Silencio; mana de las columnas de sus hombros la mortaja copiosa de la Calma, y fluye de sus órbitas la noche; víctimas del Futuro o del Misterio, en capullos terribles y magníficos esperan a la Vida o a la Muerte. Eros: ¿acaso no sentiste nunca piedad de las estatuas? Piedad para las vidas que no doran a fuego tus bonanzas, ni riegan o desgajan tus tormentas; piedad para los cuerpos revestidos del armiño solemne de la Calma, y las frentes en luz que sobrellevan grandes lirios marmóreos de pureza, pesados y glaciales como témpanos, piedad para las manos enguantadas de hielo, que no arrancan los frutos deleitosos de la Carne ni las flores fantásticas del alma; piedad para los ojos que aletean espirituales párpados: escamas de misterio, negros talones de visiones rosas... ¡Nunca ven nada por mirar tan lejos! Piedad para las pulcras cabelleras místicas aureolas peinadas como lagos que nunca airea el abanico negro, negro y enorme de la tempestad; piedad para los ínclitos espíritus tallados en diamante; altos, claros, extáticos pararrayos de cúpulas morales; piedad para los labios como engarces celestes, donde fulge invisible la perla de la Hostia;labios que nunca fueron, que no apresaron nunca un vampiro de fuego con más sed y más hambre que un abismo. Piedad para los sexos sacrosantos que acorazan de una hoja de viña astral la Castidad; piedad para las plantas imantadas de eternidad, que arrastran por el enerno azur las sandalias quemantes de sus llagas; piedad, piedad, piedad para todas las vidas que defiende de tus maravillosas intemperies el mirador enhiesto del Orgullo: apúntales tus sales o tus rayos... Eros: ¡acaso no sentiste nunca piedad de las estatuas?...

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